Obras maestras del canto gregoriano / "Gaudete in Domino"
Es el introito del tercer domingo de Adviento. En una nueva ejecución que nos ofrecen los "Cantori Gregoriani" y su Maestro
de Fulvio Rampi
TRADUCCIÓN
Estad siempre alegres en el Señor;
os lo repito, estad alegres.
Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres:
el Señor está cerca.
No os inquietéis por cosa alguna;
antes bien, en toda ocasión,
presentad a Dios vuestras peticiones mediante la oración.
Propicio has sido, Señor, con tu tierra,
has hecho volver a los cautivos de Jacob.
(Filipenses 4, 4-6 / Salmo 84, 1)
ESCUCHA
GUÍA A LA ESCUCHA
El tercer domingo de Adviento es llamado, desde el incipit del introito, “Dominica Gaudete” y presenta un carácter distinto de los otros domingos prenavideños.
Al igual que el cuarto domingo de Cuaresma – llamado “Dominica Laetare” por el incipit del introito “Laetare Ierusalem” –, se distingue por el carácter festivo, sorprendente si se relaciona con el contexto penitencial de este tiempo litúrgico.
La excepcionalidad de la fiesta se encuentra también en los signos de la liturgia, comenzando por el color rosa en lugar del morado (como en el resto del Adviento y de la Cuaresma) de las vestiduras sagradas del celebrante.
El texto del introito es la transcripción fiel y casi íntegra de tres versículos del cuarto capítulo de la carta de san Pablo a los Filipenses, que la liturgia hace resonar al inicio de la celebración.
Este texto de Pablo, explicado y celebrado, se convierte en signo de la fiesta, se hace liturgia de este momento concreto, el principio de la misa, y de este tiempo concreto, el tercer domingo de Adviento.
¿Cómo hacer resonar este texto? Imaginémonos por un momento que estamos sencillamente leyendo este texto desde el ambón sin ningún énfasis o relieve, o bien imaginémonos que lo estamos proclamando con la voluntad evidente de resaltar un significado. Entendemos, así, que el modo de pronunciar este texto puede ya constituir una forma exegética y nos damos cuenta, al mismo tiempo, de la libertad que asumimos al poder orientar, mediante nuestro modo de leer, la comprensión de toda la asamblea.
El canto gregoriano nos muestra, clara y eficazmente, que la Iglesia no ha delegado y, en cambio, ha querido pronunciar ella misma ese texto, haciéndolo “propio” dándole, principalmente, una concreta forma musical.
Naturalmente, lo que sucede a menudo en nuestras iglesias es que el celebrante o el guía se dirige a los fieles diciendo más o menos esto: “Recitemos juntos el texto de la antífona de ingreso que encontramos en el folleto”. Confieso que cuando recito con la asamblea estas palabras, pienso que es como si se cancelaran los neumas de un códice con notas musicales.
Los neumas son esos signos que vemos impresos en el "Graduale Triplex", por encima y por debajo de la línea melódica con las notas cuadradas.
Son los signos que testimonian la frescura de la primera transcripción escrita, realizada entre los siglos IX y XI, del ilimitado repertorio gregoriano tras siglos de tradición oral únicamente.
Son los signos que, sin necesidad de línea musical porque están permeados de memoria sonora, hacen llegar hasta nosotros una exégesis cultivada durante siglos, constantemente nutrida por el pensamiento y el amor a la Palabra de Dios de los padres de la Iglesia.
Son los signos que el largo recorrido, aún vivo y abierto al futuro, de los estudios semiológicos, ha investigado: primero, en la vertiente pura rítmico-musical, y descubriendo, después, una infinita y a la par sorprendente riqueza simbólica.
Se eliminaría, ciertamente, un distancia entre la “schola cantorum” y la asamblea leyendo, simplemente, todos juntos al inicio de la misa el texto de este introito. Pero, ¿qué se pierde en realidad? Se pierde, precisamente, el sentido que la Iglesia ha querido siempre dar a este texto; un sentido que la misma Iglesia, en el plano sonoro, ha declarado “suyo”, justamente mediante la operación realizada con el canto gregoriano.
Observemos, por tanto, la página del "Graduale Triplex" reproducida más arriba, para ver qué dirección de significado conseguimos descubrir en este texto.
El fraseo indicado por los neumas es claro: el inciso está construido con un delicadísimo arte retórico, con grafías semi-adornadas, sobre un juego de reenvíos continuos hacia el punto culminante. Este movimiento ascendente revela la utilización de una figura retórica denominada “climax”, que consiste en una secuencia de palabras que, mediante su significado o con sus valores de sonido y de ritmo, hacen crecer la intensidad de la frase dirigiéndola hacia el apogeo.
El diseño es evidente desde el principio. El valor alargado con el que se presenta el diptongo inicial “
Gau-dete” impide cargar el acento sobre la sílaba sucesiva "Gau-
de-te". Y la sílaba final "Gaude-
te" proyecta el fraseo, con el uso de un neuma ascendente de tres notas, a los sucesivos elementos textuales.
Suerte análoga corre “Domino”, interesado por un modesto énfasis del acento y, sobre todo, dotado en la sílaba final de una figura neumática verdaderamente especial.
Se trata, técnicamente, de un “torculus de articulación verbal”, un neuma de tres notas con valores largos que ha capturado la atención de los estudiosos, que han reconocido en ella una extraordinaria naturaleza de artificio retórico. Hablando más concretamente, su presencia señala un momento expresivo de particular intensidad: la acumulación de tensión generada por su alargamiento cierra, de modo rítmicamente significativo, una unidad verbal pero, lo que es más importante, introduce con gran fuerza la palabra sucesiva, señalándola como meta “acentuativa” de todo el contexto.
Un gesto retórico como éste, tan explícito, abre las puertas al adverbio conclusivo “semper”, situándolo en la cumbre – también desde el aspecto melódico – de un crescendo expresivo.
De ello se entiende que la relevante cualidad del imperativo apostólico de Pablo en este domingo especial del Adviento no se halla tanto – o solamente – en la necesidad de alegrarse ("Gaudete") o, aunque de manera más profunda, de alegrarse en el Señor ("in Domino"), sino que se halla en la necesidad de mantener siempre (“semper”) dicha actitud.
En la continuación de la pieza observamos que con la siguiente proclamación “Dominus prope est” (el Señor está cerca) se realiza, otra vez, la construcción melódico-rítmica de un nuevo “climax”, que apunta hacia el verdadero centro expresivo de todo el introito, es decir, ese solemne “nihil” (nada) que, desde lo alto de su cumbre melódica, nutrida por un decidido alargamiento de dos notas al unísono, resumen el mensaje que se quiere transmitir en este contexto litúrgico.
El “semper” de la primera frase, columna portante de la parte inicial de la pieza, está integrado e incluso superado por ese pilar ulterior situado no sólo en el centro, sino en el corazón expresivo del introito: la “perfecta leticia” aconsejada por Pablo hace que nada, realmente nada, nos tenga que preocupar.
Cantados de este modo, “semper" y “nihil” se convierten en momentos de gran fuerza “persuasiva”, como diría Agustín, y de rara densidad y sugestión, dando el sentido de la profundidad de la operación conducida sobre el texto por el canto gregoriano mediante estilos, formas, instrumentos retóricos apropiados que hemos empezado a conocer.
Tras haber escalado unas cimas expresivas como éstas, el aparato musical desciende para asentarse sobre una nuevamente hallada normalidad rítmica y modal, a través de la cual se nos invita, en obediencia al texto, a alimentar la oración con serena confianza.
13.12.2013